
El Nacimiento de la Virgen del Menologio de Basilio II (Vat. gr. 1613 f. 22), aproximadamente 985 d.C., Biblioteca Apostólica Vaticana, es un destacado ejemplo de la iconografía bizantina
En el manuscrito Vat. gr. 1613 f. 22 de la Biblioteca Apostólica Vaticana se conserva una excepcional miniatura que data de aproximadamente 985 d.C. Esta imagen, que pertenece al conocido Menologio de Basilio II, es un importante documento histórico de la iconografía bizantina, específicamente sobre el tema del Nacimiento de la Virgen. La obra ofrece una mirada única sobre cómo los artistas bizantinos del siglo X abordaban este tema central de la iconografía cristiana.
La miniatura refleja la madurez del arte bizantino durante el período de la Renacimiento Macedonio, cuando el patrocinio imperial permitía la creación de lujosos manuscritos. ¿Cuáles son las particularidades que distinguen esta representación? La obra se inscribe en una compleja tradición iconográfica que combina relatos bíblicos con elementos culturales de la época.
Representación Principal: Arquitectura y Simbolismo
En la escena completa del nacimiento observamos una compleja composición que se desarrolla en un entorno arquitectónico con marcados elementos clasicistas. Ana yace en una cama. Tres figuras masculinas sostienen cuencos, probablemente con agua para el bautismo del recién nacido. La parte izquierda de la composición incluye un lavabo y utensilios relacionados con el nacimiento, mientras que en el centro se delinean un espacio de recepción del maravilloso acontecimiento.
La estructura arquitectónica del espacio refleja la percepción bizantina sobre la organización de la imagen como un espacio espiritual. Los edificios al fondo, con sus tonos rosados y grises, crean un ambiente que trasciende la simple descripción de la cotidianidad e introduce elementos de significado trascendental. El uso del fondo dorado, un elemento característico del arte bizantino, transforma la escena de una narración histórica a una realidad espiritual que existe fuera del tiempo y del lugar.
La aproximación iconográfica aquí sigue una línea tradicional que busca presentar el nacimiento de la Virgen como un acontecimiento de importancia cósmica. Cada detalle, desde las vestimentas de las figuras hasta la disposición de los objetos, lleva una carga simbólica relacionada con la interpretación teológica del milagro del nacimiento.
La Figura de Ana: Maternidad y Santidad
En el centro de la composición, la figura de la santa Ana domina con su imponente presencia. Lleva vestiduras rojas que simbolizan el amor. El halo dorado que rodea su cabeza indica su santidad, mientras que la postura de su cuerpo expresa simultáneamente el cansancio del parto y la superioridad espiritual. La manta azul que la cubre remite a la paleta simbólica asociada con el reino celestial.
La expresión del rostro de Ana se mantiene serena y majestuosa. No se observan signos de dolor o sufrimiento que se esperarían en una representación realista del parto. Por el contrario, su figura irradia una sensación de plenitud espiritual y gracia divina, de acuerdo con las concepciones teológicas de la época sobre la santidad del momento.
La disposición de los pliegues de las vestimentas sigue las reglas de la estética bizantina, donde cada detalle sirve para expresar una realidad superior en lugar de representar la realidad física. El hecho de que la representación evite la precisión descriptiva en favor de la verdad simbólica revela la profunda dimensión espiritual del arte bizantino.
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La Santa Ana con halo dorado y vestiduras rojas en la escena del Nacimiento de la Virgen expresa la concepción teológica de la santidad del acontecimiento
Los Asistentes: Dimensión Social y Tipológica
En el lado derecho de la composición, tres figuras con vestiduras clásicas participan en la escena sosteniendo cuencos con agua. Estas figuras representan la dimensión social del acontecimiento, indicando que el nacimiento de la Virgen no es solo un evento familiar, sino que tiene una significación cultural y social más amplia. El estilo de sus vestimentas, el manto verde de uno y el azul de otro, remite a la antigüedad clásica, creando un vínculo entre el presente cristiano y el pasado grecorromano.
La postura de las figuras es formal y ritual. ¿Son sirvientes o parteras? La interpretación permanece abierta, ya que el artista parece enfatizar más su función simbólica que su identidad exacta. Su presencia subraya la dimensión terrenal de un acontecimiento trascendental, creando un puente entre lo humano y lo divino. La interacción entre ellos a través de miradas y gestos crea una red de relaciones que unifica la composición. Esta red refleja la percepción bizantina de la comunidad de fieles que participa en los misterios de la fe a través del testimonio común y la participación ritual.
Dimensión Teológica y Patrimonio Cultural
La miniatura del Nacimiento de la Virgen del Menologio de Basilio II trasciende los límites de la creación artística y entra en el ámbito de la expresión teológica y la enseñanza espiritual. Esta obra, datada en 985 d.C., es testimonio de una época en la que el arte funcionaba como un vehículo de revelación divina y transmisión espiritual. ¿Cómo contribuye esta representación específica a la comprensión de la teología bizantina de la imagen?
La elección iconográfica de presentar el nacimiento de la Virgen de manera tan formal y reverente refleja la profunda convicción teológica de los bizantinos sobre la importancia salvífica de este acontecimiento. María no nace simplemente como otro niño, sino como aquella destinada a ser la Theotokos – Madre de Dios. Esta perspectiva permea cada detalle de la composición, desde el uso del fondo dorado que simboliza la eternidad, hasta la postura de las figuras que expresa devoción y asombro ante el misterio.
La Imagen como Narrativa Teológica
La miniatura funciona como una forma de teología visual, donde cada elemento lleva contenido dogmático y espiritual. La presencia del entorno arquitectónico no se limita a la simple colocación de la escena en un espacio específico, sino que remite a la visión escatológica del Reino de los Cielos. Los edificios, con sus proporciones clásicas, conectan el mundo de la antigüedad con la realidad cristiana, sugiriendo la continuidad de la economía divina a lo largo de la historia.
Los cuencos con agua que sostienen los asistentes adquieren un significado simbólico más profundo cuando los relacionamos con el sacramento del bautismo. No son simplemente objetos prácticos de la cotidianidad, sino imágenes proféticas del misterio de la regeneración que se realizará gracias a la obra de quien ahora nace. La percepción bizantina de la importancia tipológica de los acontecimientos se manifiesta aquí con sorprendente claridad.
La decisión de otorgar a Ana una posición central y un halo refleja el lugar especial que ocupaba la madre de la Virgen en la piedad bizantina. Aunque el hecho del nacimiento es natural, su tratamiento artístico lo transforma en una teofanía, en un momento donde lo divino irrumpe en la historia humana de manera definitiva y transformadora.

Asistentes con cuencos de agua en el Nacimiento de la Virgen simbolizan la dimensión social y ritual del acontecimiento milagroso
Miniatura y Tradición Litúrgica
Esta obra no estaba destinada a una contemplación estética museística o autónoma, sino que se integraba en el contexto más amplio de la vida eclesiástica y palaciega de Bizancio. Como parte del Menologio, la miniatura participaba en el ciclo anual de festividades litúrgicas y conmemorativas, desempeñando un papel activo en la formación de la conciencia religiosa y la experiencia espiritual.
El uso ritual del manuscrito confería a sus imágenes una dinámica especial: no eran representaciones estáticas, sino medios vivos de comunicación con lo divino. Cada vez que se abría el Menologio en la página del Nacimiento de la Virgen, la imagen se activaba como una ventana hacia el misterio que representaba, haciendo presente el pasado y accesible lo trascendental.
Esta dimensión litúrgica también explica la particular manera en que el artista abordó el tema. La representación no busca el impacto emocional o la descripción realista, sino la creación de un espacio sagrado donde la imagen y el espectador se encuentran en un nivel de comunión espiritual. El arte aquí no imita la naturaleza, sino que crea un nuevo lugar de experiencia espiritual.
La influencia de esta línea iconográfica tradicional se extiende mucho más allá de los límites temporales del período bizantino, moldeando la forma en que la Ortodoxia Oriental e incluso el Cristianismo Occidental abordarán la iconografía de la Virgen en los siglos venideros. Las tradiciones manuscritas que se han conservado atestiguan una relación continua y viva con estos patrones iconográficos.
Desde esta perspectiva, la miniatura del Vaticano no es simplemente un documento histórico de una época pasada, sino un testimonio vivo de una tradición espiritual que sigue inspirando y enseñando. El Nacimiento de la Virgen, tal como se presenta en el Menologio de Basilio II, sigue siendo uno de los ejemplos más expresivos de cómo el arte bizantino logró combinar profundidad teológica, perfección artística y funcionalidad espiritual en una unidad coherente e indivisible que continúa capturando nuestra atención y admiración hoy en día.
El valor atemporal de esta obra radica en su capacidad para introducirnos a una concepción holística del arte, donde lo estético, lo teológico y lo cultural se encuentran y se entrelazan, creando un rico mosaico de significados y experiencias que trascienden los límites estrechos de las categorías individuales.
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